El laberinto y la literatura




El laberinto y la literatura

Desde los orígenes del hombre y la civilización, preocupación fundamental han sido los misterios de la vida y la muerte y de ellos la incógnita de lo que nos sucederá constituye algo fundamental. Las inquietudes van en aumento y de nuestra experiencia de la vida se va desprendiendo, en muchos casos, una confusión cada vez mayor que el hombre, inmerso en un mundo simbólico, va asociando a la idea de laberinto.
A partir de ese momento el laberinto se convirtió en el símbolo de nuestras vidas, laberintos de la mente humana, los laberintos de nuestra existencia profunda como los laberintos de la soledad, etc.

No habrá nunca una puerta. Estás adentro
Y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
Ni externo muro ni secreto centro.
No esperes que el rigor de tu camino
Que tercamente se bifurca en otro,
Que tercamente se bifurca en otro,
Tendrá fin. Es de hierro tu destino
Como tu juez. No aguardes la embestida
Del toro que es un hombre y cuya extraña
Forma plural da horror a la maraña
De interminable piedra entretejida.
No existe. Nada esperes. Ni siquiera
En el negro crepúsculo la fiera.
(Poema Laberinto, en el Elogio de la sombra)

El hombre crea espacios que representan su angustia ante las incógnitas, el primitivo laberinto parece haber sido construido por Amenebrat III, faraón egipcio de la XII dinastía. Llamado Laberinto de Arsinoe, a imitación de éste construyeron los griegos el de Creta.
Si de laberintos se trata, no podemos ignorar a Babilonia, una de las realidades más tomadas por Borges en su narrativa. En Babilonia se encuentran ciudades con disposiciones topográficas y urbanas laberínticas.
Los laberintos urbanos los trabajará en poemas dedicados a Buenos Aires:
Y la ciudad, ahora, es como un plano
De mis humillaciones y fracasos;
Desde esa puerta he visto los ocasos
Y ante ese mármol he aguardado en vano.
Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
Me han deparado los comunes casos
De toda suerte humana; aquí mis pasos
Urden su incalculable laberinto.
Aquí la tarde cenicienta espera
El fruto que le debe la mañana;
Aquí mi sombra en la no menos
vana Sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto,
Será por eso que la quiero tanto.

Otro escritor argentino que nos habla del laberinto urbano y también del infernal es Leopoldo Marechal en su obra Adan Buenosaires.
La imagen del hombre perdido en la ciudad es muy utilizada por el escritor chileno Jose´Donoso, quien en algunas de sus obras como Paseo, y La Misteriosa desaparición de la Marquesita de Loria hace perderse a los personajes en la ciudad como símbolo de la situación espiritual en que están atrapados y de la cual no pueden salir.
El laberinto urbano en la realidad contemporánea adquiere plena vigencia, las grandes ciudades son absolutamente laberínticas y el hombre se refugia en los barrios que vendrán a ser laberintos conocidos. La grandeza de la ciudad no sólo pierde al hombre sino también le provoca la sensación de pequeñez y de angustia, y éste requiere entonces de un hilo como el de Teseo para lograr salir.

El mito del minotauro de Creta tiene una concreción histórica en las excavaciones inglesas que han querido reconocerlo en las habitaciones del palacio del Rey Minos, pero todo cae en el terreno de la hipótesis. En esta construcción aparecen columnas coronadas por cuernos lo que hace referencia al toro, no obstante hay grabados en vasos que datan del siglo VI a c. donde se representa a Teseo luchando contra el minotauro. En otra pintura del siglo V se ve a Teseo arrastrando el cuerpo expirante del Minotauro, también lo encontramos en vasos etruscos y en inscripciones romanas.

En la EDAD MEDIA
Las construcciones laberínticas llegan también a la Edad Media en que los complicados pasillos y recovecos simbolizarían el estrecho camino, lleno de sufrimientos, que conduce a la vida eterna, o además simbolizarían las confusiones del hombre ante las tentaciones del demonio. El laberinto estaba en los embaldosados de los patios y en algunas construcciones eclesiásticas, fue muy utilizado por los arquitectos medievales, unos laberintos en forma de cruz, que se conocen en Italia con el nombre de “nudo de Salomón”, apareciendo muchas veces en la decoración céltica, germánica y románica.

El laberinto como imagen nos remite a los mandalas, aunque en estos el individuo se centra mientras lo construye, y en el laberinto mientras recorre lo ya construido.
En cuanto al laberinto lúdico, Borges se refiere al ajedrez, por ser un juego que ofrece posibilidades infinitas de variaciones como lo es el universo y también porque la estructura básica de este juego es laberíntica.
La temática del laberinto está unida a otra situación profundamente humana y por lo tanto literaria, es el motivo de la búsqueda, todo laberinto implica una búsqueda es más, el alto grado de la búsqueda determina la complejidad del laberinto. Esta relación, lo convierte sin lugar a dudas, en un elemento motriz de la literatura de todas las épocas por cuanto la búsqueda es esencial en el hombre y en literatura está desde las más antiguas manifestaciones, desde la búsqueda del objeto maravilloso, la de la fuente de la eterna juventud, la de la piel del velloncino de oro pasando por la búsqueda del santo grial hasta llegar a la búsqueda de la felicidad o de la superación de problemas existenciales.

La literatura, dédalo de letras
Para Borges, la escritura y en especial la literatura, es la más perfecta de las formas laberínticas. Para él el texto es un laberinto temporal y un hoy en donde confluyen el pasado y el futuro. La literatura da a múltiples interpretaciones.
Otra situación ligada al laberinto es la imagen de lo infernal. Hombres, que inútil y angustiosamente, buscan una salida.
También lo vemos en relación con el sentimiento de pérdida, el hombre se pierde en el laberinto. En este sentido esta muy asociado con otro símbolo: el bosque, que encontramos recurrentemente en la literatura que llamamos infantil tradicional, que tiene una gran influencia clásica. Podemos citar, por ejemplo, el cuento de Hansel y Gretel de Hans Cristiansen Andersen quien utiliza el mito del minotauro a través de la asociación con el hilo de Ariadna, cuando los niños dejan guijarros para encontrar el camino a casa, y también se pierden en el bosque.

Franz Kafka
Creó mundos donde los personajes se pierden en el caos de una realidad que los sobrepasa, que no entienden y que los aprisiona. El mundo Kafkiano representa al mundo del hombre universal, caótico, oscuro y sin posibilidad de verdadero conocimiento. El laberinto Kafkiano conlleva la angustia existencial, a ese sentimiento de presión, de insatisfacción, de desesperanza.

El laberinto como símbolo siempre ha estado presente en la literatura por cuanto es uno de los elementos del inconsciente colectivo más presentes en el hombre y está relacionado, a los interrogantes humanos más trascendentales, pero también está vinculado a la prisión, al encierro, y en este sentido se vincula con las filosofías que plantean al hombre como ser espiritual encerrado en una prisión corpórea; se habla del cuerpo como una casa, una prisión física que impide el vuelo del espíritu.
El hecho es que al hombre le ha preocupado mucho esta situación y ha creado obras que reproducen el estado espiritual del hombre prisionero.
  

 “Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara”.  
Jorge Luis Borges

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