Forma y color-Terapia para el alma

El cuerpo habla, se hace significante, como símbolo en el proceso creativo, es materia prima que hace visible las huellas de un ser que grita su dolor. Dijo Frida Kahlo: "Por momentos me pregunto si mi pintura, del modo como la viví, no fue más semejante a la obra de un escritor que a la de un pintor. Una especie de diario, la correspondencia de toda una vida".
Mediante su arte Frida parece haber llegado a un acuerdo con su propia realidad: lo horrible, lo doloroso, puede llevarnos a la verdad del conocimiento de nosotros mismos. Entonces, sus pinturas adquieren, el rango de lo bello por el simple hecho de que la identifica, ilumina sus cualidades más internas. Sus autorretratos son bellos porque nos muestran las sucesivas identidades de un ser humano. Ella, volcó todas las formas de verse a través del dolor y el amor.
Por otra parte, con la pintura pudo controlar su sufrimiento, mostrando en ellos su columna rota, sus pies sin vida y su útero sin luz.
Como dijo Auguste Renoir en 1912, tras una grave enfermedad: "El dolor se va, la belleza queda". Logró sobreponerse a la adversidad, con una sonrisa melancólica en los labios y un pincel atado a su mano.
¿Cómo hubiese sido la obra de Van Gogh sin su desequilibrio? Tampoco Goya nos hubiese dejado los horrores de la guerra sin su locura.
El proceso creativo elabora la realidad de forma tal que una verdadera obra de arte se convierte en una síntesis de su tiempo, de una época, y en esa realidad y ese tiempo está la enfermedad como uno de los motores de la creación humana, enalteciendo el esfuerzo del artista ante las desventuras y la adversidad.

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